Hace un par de días vi a una señora recolectando hortigas en un solar abandonado de mi ciudad. Llevaba una bolsa repleta y seguia recogiendo más, que probablemente no utilizaría a no ser que se dedicara a producir cataplasmas e infusiones de hortiga de forma industrial.
Unos días antes también oí a un niño que subió al autobús justo en la parada antes de bajarse (se ahorró andar unos 200 metros), y le decía a otro que como tenía tarjeta de pensionista le salía gratis el «miniviaje». Aunque parezca increible ese mismo comentario se lo he oído a muchas otras personas.
Qué un niño no sea consciente de que la empresa de transporte urbano de mi ciudad (un empresa privada) cobra ese y todos los billetes de autobús, al usuario del transporte o al Ayuntamiento de la ciudad, bueno,… es algo que te esperas, pero que un adulto también sea así de ingenuo, es increíble.
Con el uso indiscriminado de las tarjetas de pensionistas que se hace hoy en día en el transporte urbano de nuestras ciudades estamos logrando que los ayuntamientos destinen cada vez mayores partidas para que los ancianos (y otros no tan viejos) de nuestras ciudades cojan el autobús cuando no tienen otra cosa mejor que hacer y que el uso fraudulento de este tipo de tarjetas se extienda como la pólvora por todas las lineas de autobús. Estoy segura de que Vigo no es el único lugar donde se utiliza mal y de forma irregular